Cuando hablamos de hormigón, muchos piensan inmediatamente en cemento y agua, pero hay un componente vital que a menudo pasa desapercibido.
Nos referimos a los áridos, el ingrediente que representa hasta el 80% del volumen total del hormigón y que determina en gran medida su trabajabilidad.
Los áridos son materiales granulares como la arena, la grava o la piedra triturada, que se mezclan con el cemento y el agua para crear el hormigón.
Estos materiales pueden ser naturales o artificiales, dependiendo de su origen.
Su función principal es proporcionar volumen, resistencia y estabilidad a la mezcla.
Pero lo que pocas veces se analiza con detalle es cómo su tipo, forma y composición afectan directamente a la consistencia y trabajabilidad del hormigón.
La trabajabilidad se refiere a la facilidad con la que una mezcla de hormigón puede ser mezclada, transportada, colocada y compactada sin que se segregue o pierda sus propiedades.
En otras palabras, es un indicador clave del comportamiento del hormigón fresco.
Una mala trabajabilidad puede provocar fisuras, huecos o problemas de durabilidad en la estructura final.
Y es aquí donde los áridos juegan un papel determinante.
Existen diferentes tipos de árido, y cada uno incide de forma única en la trabajabilidad del hormigón.
Su tamaño es inferior a los 5 mm, como la arena.
Contribuyen a rellenar los huecos entre los áridos gruesos y proporcionan cohesión a la mezcla.
Una arena con excesos de partículas finas puede incrementar la demanda de agua y dificultar la colocación del hormigón.
Incluyen gravas y piedras de mayor tamaño (de 5 mm a 40 mm).
Ofrecen resistencia estructural y afectan al flujo de la mezcla.
Un árido grueso muy anguloso puede dificultar el movimiento del hormigón, retrayendo su trabajabilidad.
Los áridos redondeados (como los de ríos) mejoran la trabajabilidad gracias a su forma suave que ofrece menos fricción.
Por el contrario, los áridos angulosos y rugosos aumentan la fricción interna, lo que endurece la mezcla y reduce su capacidad para fluir con facilidad.
No solo el tamaño y la forma afectan la mezcla de hormigón.
Existen otros aspectos de los áridos que tienen un efecto directo sobre la trabajabilidad.
Una granulometría continua, donde hay una distribución uniforme de tamaños de partículas, permite una mejor compactación del hormigón.
Esto mejora la fluidez sin aumentar la cantidad de agua.
Cuando faltan determinados tamaños en el árido, surgen huecos que incrementan el consumo de cemento y agua para compensar, lo que empeora la trabajabilidad general.
Demasiadas partículas finas (menores de 0,063 mm) pueden formar una pasta espesa al combinarse con el agua.
Esto dificulta el asentamiento del hormigón e impide que fluya adecuadamente dentro del encofrado.
De ahí la importancia de controlar el contenido de arcillas y limos en los áridos.
Algunos tipos de árido absorben gran cantidad de agua, restándola de la mezcla general del hormigón.
Esto puede alterar la relación agua/cemento y modificar la textura final del material.
Por eso se recomienda considerar la absorción en el cálculo del agua a incorporar.
Los profesionales de la construcción deben tener en cuenta algunos principios prácticos al seleccionar y usar áridos.
Aplicar estas pautas puede evitar errores costosos y mejorar la calidad del resultado final.
En un proyecto de ejecución de losa para nave industrial en una zona periférica de Zaragoza, un contratista optó por utilizar áridos extraídos localmente de una cantera cercana.
En principio, se trataba de una solución económica y eficiente, ya que el transporte era mínimo y se cumplían los plazos.
Sin embargo, al iniciar el vertido del hormigón se observó que la mezcla era muy difícil de extender, a pesar de tener las proporciones estándar de agua y cemento.
Tras una rápida inspección, se detectó que los áridos eran altamente angulosos y con presencia significativa de polvo, derivado de la trituración primaria sin lavado posterior.
Esto provocó bajos niveles de trabajabilidad, lo cual llevó a un uso excesivo de vibradores para intentar asentar adecuadamente la mezcla.
El resultado fue una estructura con microfisuras por compactación forzada, y una superficie final deficiente.
Finalmente, se tuvo que demoler una parte considerable de la losa y repetirla, esta vez con un árido redondeado de río, lavado y con mejor distribución granulométrica.
El coste total del error superó los 30.000 euros y atrasó la entrega de la obra en más de tres semanas.
Este ejemplo muestra cómo una mala elección del árido puede afectar directamente no solo la trabajabilidad, sino también aspectos financieros y técnicos del proyecto.
En obra se utilizan métodos sencillos para comprobar si la consistencia de la mezcla es adecuada.
Estos ensayos permiten detectar si conviene ajustar la proporción de árido finos/groseros o la cantidad de agua.
Muchos fallos en obras se deben a una falta de atención a la calidad y características del árido.
Evitar estos errores mejora la durabilidad, resistencia y acabado del hormigón.
Sí, cuanto mayor sea el tamaño, más difícil es manipular la mezcla, especialmente en zonas con trabajo reforzado.
Solo si está debidamente lavada y desalada, ya que las sales afectan tanto la trabajabilidad como la durabilidad del hormigón.
En algunos casos sí, añadiendo agua o aditivos plastificantes, pero siempre bajo supervisión técnica adecuada.
Los superplastificantes permiten aumentar la fluidez de la mezcla sin incrementar la relación agua/cemento.
Son una gran solución en casos de áridos poco favorables.
En resumen, los áridos son mucho más que un simple “relleno” en el hormigón.
Su tipo, tamaño, forma y composición determinan directamente lo fácil o difícil que será trabajar la mezcla en obra.
Una correcta selección de los áridos no solo mejora la trabajabilidad, sino que también garantiza un resultado estético, resistente y duradero en las estructuras de construcción.
Por ello, conocer y elegir bien los áridos es un aspecto fundamental para cualquier profesional de las reformas, obras y venta de materiales de construcción.
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