Elegir el tipo correcto de árido es una decisión fundamental en cualquier proyecto de construcción.
La variedad de tamaños, usos y características hace necesario conocer bien cómo se clasifican estos materiales.
Este conocimiento permite optimizar los resultados, la durabilidad de la obra y el coste total del proyecto.
Además, ayuda a cumplir con los estándares técnicos y normativos actuales.
Los áridos son materiales granulados que se utilizan como materia prima en la construcción.
Normalmente, se extraen de canteras, graveras o depósitos fluviales.
Están compuestos principalmente de fragmentos de rocas o minerales, como silicio, cuarzo o caliza.
Su uso es fundamental en elementos como el hormigón, el mortero, las mezclas bituminosas o en soleras y compactaciones.
La elección del árido adecuado dependerá en gran medida de su tamaño, forma, resistencia y pureza.
Una de las formas más prácticas y comunes de clasificar los áridos es por su tamaño o granulometría.
Esta clasificación influye directamente en las propiedades del producto final que se desea construir.
Los áridos finos están compuestos por partículas con un diámetro inferior a 5 mm.
El ejemplo más común de este tipo es la arena.
Se utiliza principalmente en la fabricación de morteros, revoques, cementos y acabados.
Entre los tipos más comunes encontramos:
Estos materiales aportan una textura lisa, trabajan bien con el aglutinante y permiten un buen acabado.
Además, ayudan a llenar los espacios entre áridos más gruesos, aumentando la compactación y resistencia.
Este grupo lo forman materiales con un tamaño comprendido entre los 5 mm y los 63 mm.
Son elementos clave en la fabricación de hormigón estructural y mezclas bituminosas.
Algunos ejemplos incluyen:
Gracias a su tamaño, brindan mayor resistencia mecánica y una estructura más sólida en obras de gran envergadura.
También aportan durabilidad y soporte en capas de firme de carretera y bases de pavimentos.
Además del tamaño individual, es relevante considerar la distribución del tamaño de las partículas.
Cuando un árido incluye partículas de diferentes tamaños bien distribuidos se considera de granulometría continua.
Este tipo de árido es ideal para aumentar la compactación y la resistencia de la mezcla.
En cambio, si domina un único tamaño o hay muchos espacios entre tamaños, hablamos de granulometría discontinua.
Este último puede ser útil en aplicaciones específicas pero normalmente ofrece menor cohesión.
Existen normativas específicas que definen los rangos y categorías basados en el tamaño del grano.
Estas clasificaciones permiten una mejor estandarización de los materiales a emplear en la obra.
El tamaño de partícula va desde polvo hasta 4-5 mm.
Usado para revestimientos, juntas y acabados finos de mortero.
Su uso principal es la fabricación de bloques de hormigón y elementos de prefabricados ligeros.
Ideal para estructuras masivas como cimentaciones y soleras de grandes superficies.
Se utilizan sobre todo en obras de ingeniería civil como puentes, defensa de márgenes o base de vías férreas.
La clasificación no se hace al azar: se determinan mediante ensayos técnicos de granulometría.
Estos ensayos consisten en hacer pasar el árido por una serie de tamices con distintos tamaños de malla.
Así se identifica qué porcentaje de material pertenece a cada fracción granulométrica.
Es una metodología estandarizada que utilizan tanto canteras como laboratorios de obra.
En 2016, en una obra residencial de media envergadura en la zona centro de España, se utilizó un tipo de grava mal clasificada.
Los técnicos encargados de la estructura optaron por una grava de 30 mm donde el cálculo estructural requería una de 20 mm.
A simple vista, los materiales eran similares y no parecía que esto pudiera causar riesgo significativo.
Sin embargo, durante el proceso de vaciado de hormigón, se presentaron problemas de vibrado.
La mezcla no se compactó correctamente, generando espacios vacíos indeseados llamados «nidos de grava».
Una inspección técnica reveló que los áridos gruesos impedían la fluidez del hormigón entre las armaduras.
El resultado: hubo que demoler los pilares hechos con ese hormigón y repetir el proceso, con un sobrecoste superior al 18% del presupuesto de cimentación.
Este error subraya la importancia de conocer adecuadamente la clasificación granulométrica.
No es solo una cuestión teórica, sino un factor clave para evitar errores estructurales y costes imprevistos.
En este caso, aplicar una buena clasificación del árido desde el inicio habría ahorrado materiales, tiempo y dinero.
Cada tipo de construcción exige una granulometría distinta para garantizar resistencia y durabilidad.
Algunos ejemplos prácticos:
Conocer estos rangos ayuda a elegir el material correcto con base en las necesidades del proyecto.
Puede haber mala compactación, reducción de la resistencia del hormigón y riesgo de formación de vacíos.
Sí, siempre que se clasifiquen adecuadamente y pasen los ensayos necesarios de calidad y resistencia.
Se debe consultar al técnico responsable del proyecto, quien indicará la granulometría adecuada.
Sí, en España la UNE-EN 933-1 es la referencia normativa sobre la granulometría de los áridos.
Definitivamente sí, porque los áridos finos requieren más pasta de cemento para recubrir completamente sus partículas.
No basta con clasificar los áridos por tamaño, también es necesario comprobar su pureza.
La presencia de arcillas, materia orgánica o partículas contaminantes puede comprometer gravemente la durabilidad del mortero u hormigón.
Por eso, muchas empresas de construcción sólo compran áridos certificados provenientes de canteras homologadas.
Además del tamaño, se analizan parámetros como:
Estos controles garantizan que el árido tiene las condiciones adecuadas para su uso previsto.
En muchas obras, un árido bien clasificado y de buena calidad puede marcar la diferencia entre una estructura noble y una con problemas a futuro.
Algunas prácticas clave que puedes seguir incluyen:
Estas pautas pueden ayudarte a evitar errores costosos y garantizar una obra segura y duradera.
En resumen, entender cómo se clasifican los áridos por su tamaño es esencial para cualquier profesional vinculado a la construcción.
El uso correcto de estos materiales no sólo mejora el rendimiento estructural, sino que también reduce desperdicios y costes.
Ya sea en un gran proyecto de edificación o en una pequeña reforma, la granulometría del árido marca la diferencia.
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