Escoger el árido correcto puede marcar la diferencia en la resistencia, durabilidad y acabado de una construcción.
Muchas veces, el detalle está en un aspecto que parece menor: la granulometría del árido.
Entre las opciones más comunes, se encuentran los áridos de granulometría continua y los de granulometría discontinua.
Ambos tienen usos específicos, ventajas y particularidades que pueden ser decisivas en un proyecto de obra o reforma.
Los áridos son materiales granulares utilizados en la construcción, como gravas, arenas y piedras trituradas.
Se mezclan principalmente con cemento y agua para fabricar hormigón o morteros.
La granulometría se refiere a la distribución del tamaño de las partículas dentro del árido.
Este aspecto influye directamente en la compacidad, manejabilidad y resistencia mecánica de las mezclas.
Entender cómo se comportan los áridos en función de su granulometría permite tomar decisiones más precisas.
La diferencia esencial entre ambos tipos de árido radica en cómo se distribuyen sus tamaños de grano.
En este tipo, las partículas están distribuidas de forma uniforme entre los distintos tamaños.
No hay grandes huecos entre los tamaños más pequeños y los más grandes.
Esto permite un mejor aprovechamiento del espacio entre partículas.
En estos áridos, hay saltos o ausencia de partículas de ciertos tamaños.
El material no pasa progresivamente de fino a grueso, lo que crea huecos no cubiertos eficientemente.
Esto repercute en la cohesión y compactación de la mezcla.
Este tipo de árido es ampliamente utilizado por las siguientes razones:
Este tipo de árido permite lograr una mezcla óptima tanto a nivel estructural como económico.
Aunque menos común, este tipo de árido también presenta beneficios si se emplea correctamente:
Se recomienda su uso cuando la estética, el drenaje o la ligereza son criterios determinantes.
El uso de este árido está extendido en proyectos estructurales tradicionales.
Es la elección lógica cuando se necesita asegurar una mezcla resistente, estable y con buena durabilidad.
Es ideal cuando se busca eficiencia estructural, buena manejabilidad y bajo coste en cementante.
El árido de granulometría discontinua, aunque menos equilibrado, tiene aplicaciones muy específicas.
En muchos casos, ofrece soluciones prácticas en particularidades del diseño y funcionalidad.
No es recomendable en estructuras exigentes, ya que puede comprometer la uniformidad y resistencia.
La elección del árido influye también en el rendimiento económico de la obra.
Un árido mal seleccionado puede requerir más cementante o aditivos correctores.
En el caso del árido contínuo, se aprovecha al máximo el volumen con menor cantidad de aglomerantes.
El discontínuo, al formar mezclas más porosas, suele aumentar los costes a medio plazo.
Desde una perspectiva técnica y presupuestaria, la granulometría adecuada optimiza tanto la durabilidad como el precio.
Durante la construcción de una nave industrial en una zona rural del norte de España, se utilizó un lote de árido con granulometría discontinua por error en el hormigón de la losa base.
Los operarios notaron que la mezcla era difícil de extender y compactar.
Además, tras el fraguado, comenzaron a aparecer pequeñas fisuras y zonas huecas.
La supervisión técnica determinó que estas fallas estaban directamente relacionadas con la mala distribución granulométrica del árido.
El nivel de compactación era insuficiente, y los vacíos al interior del hormigón favorecieron la aparición de microgrietas.
El resultado: retraso de un mes en la finalización, coste extra de reparación y tres entregas de material desaprovechadas.
Este tipo de errores son más comunes de lo que parece y se evitan con una adecuada selección granulométrica según el tipo de aplicación.
Un detalle tan específico, como lo es la granulometría, puede derivar en pérdidas económicas importantes.
Es fundamental que tanto arquitectos, como jefes de obra y proveedores estén alineados en esta importante decisión.
Sí, pero debe hacerse bajo criterio técnico.
Mezclarlos puede generar resultados impredecibles en la compactación y resistencia de la mezcla.
La más común es el análisis granulométrico por tamizado.
Consiste en pasar el árido a través de una serie de tamices estandarizados y pesar el porcentaje retenido en cada uno.
No necesariamente.
Existen morteros decorativos o de acabado rústico que utilizan granulometría discontinua para lograr una textura específica.
Indirectamente, sí.
Una mezcla con muchos huecos es más susceptible a los cambios térmicos y puede deteriorarse más rápido.
Generalmente, se recomienda granulometría continua con áridos finos bien distribuidos.
Esto mejora el flujo y evita atascos en las tuberías de bombeo.
Elegir el árido correcto requiere considerar varios factores clave.
Además, conviene consultar modelos de dosificación y las normativas locales de construcción que regulan el uso de áridos.
Trabajar con un proveedor de materiales que garantice un análisis granulométrico constante puede marcar una gran diferencia.
Hoy en día, ya existen muchos distribuidores que ofrecen áridos calibrados y certificados desde origen.
Esto permite mayor control y menos sorpresas en obra.
Además, contribuye a una construcción más sostenible, precisa y profesional.
En resumen, al elegir entre granulometría continua o discontinua, no se trata sólo de un detalle técnico.
Es una decisión estratégica que puede mejorar la calidad final de la construcción, optimizar recursos y asegurar resultados duraderos.
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