La calidad de los materiales en una obra marca la diferencia entre resultados duraderos y problemas estructurales a futuro.
Uno de los elementos más utilizados, pero a menudo subestimados, son los áridos.
Estos materiales, que incluyen grava, arena y piedras trituradas, representan hasta el 80% del volumen total del hormigón, por lo que su limpieza es un paso esencial que no debe ignorarse.
Los áridos son materiales granulares que se usan en la elaboración de hormigón, morteros y otras mezclas de construcción.
Se dividen en dos grandes categorías: áridos finos, como la arena, y áridos gruesos, como la grava o piedra triturada.
Su función principal es actuar como elemento estructural en la mezcla, proporcionando volumen, resistencia y durabilidad.
Además, permiten reducir el consumo de cemento, lo que abarata costes y mejora la sostenibilidad del proyecto.
La limpieza de los áridos elimina impurezas que pueden comprometer la calidad del producto final.
Materiales como arcillas, limos, polvo, materia orgánica o contaminantes pueden interferir en el proceso de fraguado y endurecimiento del cemento.
Estos residuos no solo reducen la adherencia entre el árido y la pasta cementicia, sino que también afectan la resistencia, durabilidad y estética del hormigón o mortero.
Estos riesgos son especialmente altos en proyectos en los que se busca una excelente calidad estética o una larga vida útil del material.
Por ejemplo, en edificaciones de varios pisos, puentes o pavimentos de alto tráfico, la resistencia estructural del hormigón es crucial.
Los áridos naturales extraídos directamente de canteras, ríos o depósitos suelen presentar diversos tipos de impurezas.
Estas impurezas tienen origen diverso y pueden llegar a deteriorar significativamente el comportamiento de la mezcla una vez aplicada.
Todos estos elementos actúan como agentes nocivos que interfieren en la unión entre árido y cemento, disminuyendo la eficiencia y calidad de la mezcla.
La elección del método adecuado de limpieza depende del tipo de árido, su procedencia y el tipo de obra a ejecutar.
Muchas plantas de áridos modernas cuentan con sistemas automatizados que combinan varios métodos para garantizar una limpieza óptima.
Por su parte, en obras pequeñas o zonas rurales, es común realizar un lavado manual que, si bien es más lento, sigue siendo efectivo.
Hace unos años, en una urbanización costera en el sur de España, se inició la construcción de varias viviendas unifamiliares.
El contratista local decidió utilizar arena de un río cercano sin pasar por un proceso de limpieza adecuado.
La arena parecía limpia a simple vista y, debido a los plazos ajustados y el bajo presupuesto, se prefirió avanzar sin mayor tratamiento.
A sólo seis meses de finalizar las primeras viviendas, comenzaron a surgir grietas en distintas zonas de los muros y suelos exteriores.
Además, se observaban manchas blanquecinas (eflorescencias salinas) que progresaban semana tras semana.
Un informe técnico posterior reveló que la arena contenía altos niveles de sales minerales y restos orgánicos vegetales.
Estos componentes provocaron reacciones químicas que debilitaron progresivamente la matriz del mortero, causando fisuraciones y una pérdida estructural significativa.
El coste de reparación fue mayor que el ahorro inicial por el uso del árido sin limpieza.
Además, la imagen del constructor quedó gravemente dañada y el proyecto acumuló retrasos de más de un año.
Este tipo de caso demuestra que, aunque puede parecer una etapa secundaria, la limpieza de los áridos impacta directamente en el rendimiento y reputación de cualquier obra.
En la mayoría de países europeos, incluido España, el uso de áridos limpios es obligatorio para cumplir con normativas técnicas.
La UNE-EN 12620 regula los requisitos para los áridos destinados a hormigón.
Incluye límites estrictos sobre el contenido de finos, cloruros, compuestos orgánicos y otros elementos contaminantes.
También se implementan pruebas normalizadas como el ensayo del azul de metileno o el test de equivalencia de arena, que determinan si un árido es apto o no para su uso específico.
Estas regulaciones buscan garantizar la seguridad, durabilidad y sostenibilidad de las obras de construcción.
El uso de áridos debidamente lavados y clasificados ofrece una serie de ventajas técnicas, económicas y medioambientales.
Con esto se reduce notablemente el riesgo de reclamaciones o litigios, especialmente en obras públicas o grandes promociones inmobiliarias.
Siempre que su origen natural los exponga a impurezas o sucias visibles, es obligatorio lavarlos o tamizarlos antes de usarlos en estructuras de carga o pavimentos.
Aunque los daños sean menos visibles, pueden provocar fisuras o desprendimientos en paredes, suelos o revestimientos, afectando estética y durabilidad.
Los costes varían según maquinaria y volumen, pero en general, representan menos del 3% del coste total de mezcla.
Sin embargo, evitar esta inversión puede multiplicar esos costes en forma de reparaciones.
Sí, pero debe realizarse un proceso de cribado, lavado y auditoría técnica para determinar su aptitud según uso previsto.
Las empresas que suministran áridos deben ofrecer una ficha técnica detallada que certifique el cumplimiento normativo.
También deben tener sistemas de lavado, limpieza y control de calidad integrados en su proceso productivo.
Es recomendable elegir proveedores que acrediten cumplimiento de la norma UNE-EN 12620 o similares, así como certificados voluntarios de calidad.
En casos de grandes obras, es útil realizar ensayos en laboratorio propios antes de aprobar el pedido definitivo.
Confianza, inspección técnica y calidad certificada son fundamentales para evitar problemas posteriores.
En resumen, la limpieza de los áridos no es un lujo ni un paso opcional, sino una práctica imprescindible para garantizar la calidad final de cualquier obra.
Incluir este proceso como parte innegociable del control de calidad reduce riesgos, evita costes inesperados y mejora la durabilidad del proyecto.
Ver los áridos como simples «rellenos» es un error frecuente, pero entender su impacto real permite tomar decisiones más seguras y rentables.
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