Los materiales pétreos son una pieza clave en las obras de ingeniería civil y construcción.
Dentro de estos, los áridos silíceos y los áridos calizos destacan por sus propiedades, usos y características técnicas.
Elegir el árido adecuado puede marcar la diferencia entre una estructura duradera o una con futuros problemas.
Los áridos son materiales granulares que se utilizan como base en las mezclas para construcción.
Se incorporan en el hormigón, morteros, firmes y capas de cimentación.
Provienen de procesos de trituración, cribado y lavado de rocas naturales, tanto de origen ígneo, sedimentario o metamórfico.
Dependiendo de su origen geológico, presentan propiedades físicas y químicas diferentes.
Y es aquí donde comienza la comparación entre áridos calizos y silíceos.
La diferencia principal radica en su composición química y estructura mineralógica.
Esta afecta su resistencia, durabilidad, reacción química y comportamiento en contacto con el cemento.
Se componen principalmente de dióxido de silicio (SiO₂), comúnmente en forma de cuarzo.
Poseen una alta resistencia mecánica, son duros y muy duraderos.
Su carácter químicamente inerte les da ventaja en ambientes agresivos.
Son ideales cuando se necesita una alta durabilidad ante ciclos de helado-deshielo o exposición a sulfatos.
Proceden de rocas carbonatadas, como la caliza o la dolomía.
Su componente principal es el carbonato cálcico (CaCO₃).
A diferencia de los silíceos, son más blandos, lo que facilita su trituración y manipulado.
Además, presentan una mejor reacción con el cemento, resultando en una mayor adherencia en mezclas de hormigón.
Comparar pros y contras permite tomar decisiones más informadas en la elección del árido.
Ambos áridos tienen papeles importantes en función del tipo de proyecto.
Escoger el más adecuado depende de factores como clima, carga estructural y tipo de exposición.
En una obra de ampliación de una autopista en el norte de España, se usaron áridos calizos locales para las capas de base.
El proyecto exigía rapidez, buena compactación y bajo coste, cualidades que ofrecían esos materiales regionales.
Pero al llegar al tramo de viaducto que cruza un valle expuesto a condiciones climáticas extremas, el equipo técnico realizó una pausa.
Se decidió emplear árido silíceo procedente de una cantera a más de 150 km.
A pesar del coste adicional, el análisis coste-beneficio resultó favorable.
La mayor dureza, resistencia al hielo y baja porosidad de los silíceos aseguraba durabilidad sin fisuras.
Diez años después, las pruebas de mantenimiento confirmaron que esa decisión fue clave para evitar patologías constructivas.
Mientras otras secciones necesitaban reparación, el puente construido solo con árido silíceo mantenía su integridad intacta.
Este caso real ilustra cómo conocer las propiedades de los materiales y sus aplicaciones puede evitar problemas en el futuro.
La dureza y porosidad son elementos que afectan al desempeño ambiental del material.
Los áridos silíceos tienen mejor comportamiento frente al envejecimiento por condiciones meteorológicas.
No se degradan fácilmente con agua, sales ni ciclos de termoperforación.
En cambio, los calizos pueden reaccionar con ácidos o suelos arcillosos, generando reacciones químicas no deseadas.
Esto puede provocar expansión, pérdida de cohesión o fisuración en estructuras de cemento.
También debemos hablar de huella ecológica y eficiencia de recursos.
Los áridos calizos suelen obtenerse a menor distancia y com menor consumo energético.
Sin embargo, su mayor consumo de agua en mezcla y su menor durabilidad penalizan su sostenibilidad a largo plazo.
Los áridos silíceos compensan su elevado coste inicial con menos mantenimiento y mayor duración en servicio.
No hay una respuesta única válida para todas las obras.
En proyectos de bajo presupuesto, y con poco requerimiento estructural, lo más lógico es usar árido calizo.
Pero si el objetivo es la longevidad, resistencia y fiabilidad ante condiciones adversas, el silíceo será la opción ganadora.
Además, los costes indirectos por reparación o rehabilitación pueden superar el ahorro inicial del uso de áridos menos resistentes.
Sí, pero debe evaluarse la compatibilidad técnica y la dosificación del hormigón para evitar reacciones indeseadas o cambios en la resistencia estética.
Los técnicos pueden realizar pruebas de laboratorio, pero visualmente los calizos son más blancos y se rayan fácilmente.
No siempre, ya que su extracción puede implicar mayor impacto; aunque ofrecen mayor vida útil, reduciendo tareas de mantenimiento.
Ambos pueden generar hormigones de excelente calidad si se manejan dentro de las condiciones técnicas apropiadas.
La clave está en conocer su interacción con el cemento y otros aditivos.
Además, deben cumplir con la normativa UNE-EN 12620 sobre áridos para hormigón estructural.
Sí, tanto la granulometría como la forma de los granos afectan la trabajabilidad, resistencia y compacidad.
En general, los silíceos ofrecen mejor forma cúbica, facilitando el mezclado y llenado de vacíos.
En definitiva, comprender a fondo las características de los áridos silíceos y calizos permite optimizar los recursos en obra.
No se trata de cuál es mejor en términos absolutos, sino de cuál se ajusta mejor a las necesidades técnicas, económicas y ambientales de cada proyecto.
Mirando más allá del coste inmediato y valorando la durabilidad a largo plazo, se puede construir con mayor seguridad, eficiencia e inteligencia.
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