En la construcción de infraestructuras costeras, los materiales enfrentan un desafío constante: el entorno marino.
La combinación de alta salinidad, humedad constante y exposición al viento, genera condiciones extremas que pueden deteriorar prematuramente muchas estructuras.
Por eso, elegir los áridos adecuados para obras en zonas cercanas al mar no es solo una recomendación, sino una necesidad técnica.
En este artículo, exploraremos cuáles son los áridos que ofrecen mejor comportamiento en ambientes marinos, y por qué su selección influye directamente en la durabilidad y seguridad de cualquier obra.
Construir cerca del mar implica lidiar con condiciones que aceleran el deterioro de las estructuras si no se seleccionan los materiales adecuados.
El principal enemigo es la salinidad, que favorece la corrosión, especialmente del acero en el hormigón armado.
También hay que considerar la acción de las olas, que ejerce presión física constante sobre los elementos constructivos expuestos.
La humedad permanente y las diferencias térmicas por la evaporación y condensación del agua potencian el deterioro químico.
Todo esto impone una exigencia muy estricta sobre la calidad del hormigón, y por tanto, sobre los áridos que lo componen.
En obras marítimas, los áridos no solo cumplen una función estructural.
También actúan como barrera química y física frente a las agresiones del entorno.
Si los áridos contienen sales solubles o minerales inestables, pueden acelerar la destrucción del hormigón.
Por eso es esencial que los materiales cumplan una serie de características específicas para asegurar su rendimiento en ambientes salinos.
Características como resistencia a la fragmentación, poca porosidad y estabilidad química son fundamentales.
Existen ciertos indicadores técnicos que determinan la idoneidad de un árido para obras en zonas marítimas.
Los áridos deben absorber la menor cantidad de agua posible, para evitar la acumulación de sales y la expansión por congelación y deshielo.
Los áridos deben estar libres de cloruros y sulfatos, pues estos pueden corroer el acero de refuerzo o generar expansiones en el hormigón.
La resistencia al desgaste es fundamental en obras sometidas a impacto de olas o tráfico pesado en zonas portuarias.
Es vital que no se produzcan reacciones químicas entre los componentes del árido y del aglomerante o el entorno.
Una forma estable mejora la trabajabilidad durante el amasado y reduce la necesidad de cemento en el hormigón.
No todos los áridos son iguales ni rinden de la misma manera frente a la salinidad y la humedad costera.
Algunos materiales han demostrado un rendimiento sobresaliente en aplicaciones cercanas al mar.
Hay que evitar, por ejemplo, los áridos procedentes de dolomías, margas o arcillas, por ser altamente reactivos y frágiles en medios húmedos.
En muchas zonas costeras, se plantea la duda de si se pueden usar directamente áridos recogidos del fondo marino.
La respuesta técnica es sí, pero con fuertes condiciones.
Primero deben pasar por procesos exhaustivos de lavado y desalado, para eliminar los cloruros y sulfatos.
Después, los ensayos deben verificar la resistencia, porosidad y pureza antes de su integración en mezclas estructurales.
Solo así se garantiza que el material no actúe como un acelerador de corrosión dentro del hormigón armado.
Un caso muy conocido en la comunidad técnica fue la construcción del muelle de una pequeña localidad pesquera del norte de España en los años 90.
La obra, con una inversión millonaria, utilizó áridos procedentes de una cantera costera cercana, sin realizar ensayos previos profundos.
Estos áridos incluían fragmentos de margas y materiales arcillosos, aparentemente sólidos y económicos.
A los cinco años de terminada la obra, comenzaron a aparecer fisuras visibles en varias losas.
Poco después, los análisis revelaron un alto contenido en sulfatos y una porosidad irregular en los áridos utilizados.
Esto había producido reacciones con los aluminatos del cemento y generado expansiones internas conocidas como reacción sulfato-aluminato cálcico.
La solución fue compleja y costosa: se tuvo que demoler una parte del muelle y reconstruirla, esta vez con áridos de granito importados de otra región.
Este ejemplo demuestra que la elección de áridos no es solamente una cuestión económica.
Pensar en el ahorro inmediato puede derivar en perjuicios estructurales y financieros a largo plazo.
Antes de utilizar un árido en zonas costeras, es imprescindible llevar a cabo una serie de pruebas de laboratorio estandarizadas.
Estos ensayos no solo validan la resistencia del material, sino que también contribuyen a garantizar la integridad estructural de todo el sistema constructivo.
No. Solo pueden utilizarse los que estén libres de contaminantes y cuenten con ensayos verificados. Elegir mal puede acelerar la corrosión del hormigón armado.
El lavado ayuda, pero no es suficiente. Es necesario realizar ensayos específicos que garanticen la baja absorción, resistencia mecánica y ausencia de sales solubles.
Sí. Las partículas angulares retienen más agua y facilitan la penetración de sales. Por eso se prefieren formas cúbicas o subangulares.
Solo si se someten a tratamientos adecuados de limpieza, clasificación y estabilización. Deben cumplir los mismos estándares técnicos que los naturales.
Absolutamente. Aunque puedan representar una inversión inicial superior, a largo plazo garantizan menor mantenimiento y mayor vida útil de la obra.
Seleccionar los áridos adecuados no se trata solo de cumplir un pliego técnico.
Significa proteger y extender la vida útil de la infraestructura y evitar futuras intervenciones costosas.
Siempre debe trabajarse con laboratorios de confianza y proveedores certificados.
Además, conviene elegir materiales extraídos de canteras con experiencia previa en obras de litoral.
Se recomienda mantener un registro documental de ensayos y procedencias, que pueda servir como respaldo técnico posterior.
Y como medida adicional, aplicar tratamientos adicionales de protección superficial al hormigón una vez vertido.
No se trata de prevenir el desgaste natural, sino de minimizar el daño prematuro causado por agentes marinos.
Una inversión responsable empieza por el detalle técnico más pequeño, como la correcta elección del árido.
En definitiva, construir en ambientes marinos es un ejercicio de precisión técnica, experiencia y prevención.
Los áridos que se elijan marcarán una diferencia duradera en la resistencia, sostenibilidad y eficiencia de cualquier proyecto costero o portuario.
Un pequeño análisis previo puede evitar enormes gastos posteriores.
Y siempre, el mejor aliado será un proveedor que entienda tanto de materiales como del entorno donde van a trabajar.
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