El polvo procedente de los áridos es uno de los desafíos más comunes en obras, canteras y plantas de procesamiento.
Minimizar su presencia no solo favorece un entorno de trabajo más limpio, sino que también reduce riesgos para la salud y mejora la eficiencia operativa.
El exceso de polvo genera problemas tanto para las personas como para las máquinas.
En los trabajadores, puede ocasionar dificultades respiratorias, fatiga y malestar físico.
En los equipos, acelera el desgaste de piezas y obstruye sistemas como filtros y conductos.
Además, en proyectos urbanos o cerca de viviendas, el polvo representa un problema ambiental y de convivencia vecinal.
Por eso, mitigar el polvo debe estar entre las prioridades desde el comienzo de cualquier obra o actividad de manipulación de áridos.
La cantidad y tipo de polvo dependen de varios elementos.
Principalmente, de la naturaleza del árido, el tratamiento mecánico al que se somete y las condiciones climáticas del entorno.
También influyen aspectos como la temperatura, la humedad del aire y la frecuencia de los movimientos en el área de trabajo.
Comprender los factores que lo intensifican permite aplicar mejores estrategias de control.
Uno de los sistemas más eficaces es la aplicación de agua sobre las pilas de áridos y zonas de tránsito.
El objetivo es mantener húmedas las partículas que, de otro modo, se dispersarían con facilidad.
Para ello, se usan aspersores, mangueras industriales o camiones cisterna equipados con cañones pulverizadores.
En climas secos, esto debe repetirse varias veces durante la jornada.
Existen soluciones químicas que ayudan a fijar las partículas de áridos al suelo o entre sí.
Estos productos supresores de polvo actúan como ligantes sin modificar las propiedades del material.
Algunos ejemplos incluyen emulsiones orgánicas, polímeros y compuestos naturales como el cloruro de calcio.
Se aplican diluidos con agua y son ideales para superficies extensas o de tráfico frecuente.
El cerramiento físico de determinadas zonas, como trenes de cintas transportadoras, puntos de carga o tolvas, evita que el polvo se disperse al aire.
Estas cubiertas pueden ser metálicas o textiles, resistentes a la humedad y con fácil acceso para mantenimiento.
Además, disminuyen significativamente el impacto visual y ayudan a contener el polvo durante vientos fuertes.
Las vías internas, especialmente de maquinaria pesada, son fuentes continuas de levantamiento de polvo.
Mantener pisos compactados y, de ser posible, con algún tratamiento como recubrimiento de grava o asfalto, reduce enormemente este efecto.
En obras temporales, se recomienda la aplicación frecuente de agua o supresores químicos en caminos de tierra.
En plantas de trituración o almacenes cubiertos, una buena ventilación contribuye a mantener niveles controlados de polvo.
El uso de extractores o sistemas presurizados logra renovar el aire y arrastrar partículas suspendidas hacia filtros o puntos de descarga.
En la rutina de trabajo también pueden incorporarse hábitos que ayudan a controlar la emisión de polvo.
Estas acciones, aunque sencillas, representan un gran impacto en la reducción global de polvo.
En 2022, una empresa cementera española con más de 30 años de actividad decidió renovar su sistema de control ambiental.
Uno de los principales problemas reportados por los vecinos de la zona eran las nubes de polvo generadas durante las jornadas intensas de producción.
El foco de emisión estaba en la planta de trituración primaria, donde los camiones volcaban toneladas de áridos en una tolva abierta.
El polvo se dispersaba fácilmente con el viento y se depositaba en campos cercanos, vehículos y viviendas.
Tras realizar un análisis técnico, la empresa optó por una solución integral.
A partir de estas medidas, en tan solo tres meses, se redujeron en un 68 % las quejas vecinales y se observó una mayor eficiencia en la maquinaria por menor entrada de polvo en filtros.
Este caso refleja cómo una estrategia multidisciplinaria puede transformar un problema ambiental en una ventaja competitiva.
En los últimos años, diferentes soluciones tecnológicas han llegado al sector de la construcción y tratamiento de áridos.
Los sensores de partículas permiten medir la calidad del aire en tiempo real y activar mecanismos correctivos automáticamente.
Además, existen sistemas de nebulización inteligente que ajustan su funcionamiento en función del nivel de polvo detectado.
Por otro lado, algunas plataformas integran análisis predictivos basados en condiciones climáticas, horarios de carga y estados operativos de la planta.
Estas herramientas permiten anticiparse a situaciones de alta emisión de polvo y programar tácticas como riegos automáticos o ajustes horarios.
El uso de drones para la supervisión visual de zonas elevadas es también cada vez más común, facilitando tareas de inspección y toma de decisiones rápidas.
La innovación juega un papel clave en la sostenibilidad y mejora de procesos en el sector árido.
Sí, en la mayoría de los países europeos, las normativas laborales y ambientales exigen medidas concretas para controlar la emisión de partículas inhalables en ambientes laborales y urbanos.
Los áridos de granulometría muy fina, secos, y especialmente aquellos de origen calizo o con altos contenidos arcillosos son los que generan más polvo al ser manipulados o transportados.
Definitivamente sí. Eliminar acumulaciones de polvo evita que estas se levanten con el paso del viento o el tránsito de maquinaria pesada.
Depende de la escala del proyecto, pero las medidas básicas como el riego regular o el cierre de tolvas son accesibles y de rápida amortización por sus beneficios operativos y legales.
No. A largo plazo, puede provocar enfermedades crónicas, complicaciones dérmicas y, en casos extremos, lesiones oculares.
Además, reduce la visibilidad y puede generar accidentes laborales.
La prevención del polvo salva tiempo, dinero y salud.
Un equipo formado es la mejor herramienta para controlar el polvo de forma sostenible.
Es recomendable organizar charlas breves y periódicas centradas en las buenas prácticas dentro de cada área (carga, transporte, almacenamiento).
También pueden implementarse sistemas de incentivos por reportes de mejoras ambientales o por ideas implementadas de forma efectiva.
El involucramiento de todos los niveles jerárquicos genera una cultura interna de responsabilidad y mejora continua.
Elegir áridos con granulometría estable, húmedos o tratados previamente facilita el trabajo en obra.
Algunos proveedores ya ofrecen materiales pre-envasados o pre-humedecidos que minimizan el polvo desde el origen.
Además, el embalaje adecuado para el transporte y la logística responsable evita pérdidas, derrames y dispersión innecesaria de áridos finos.
Contar con aliados comprometidos mejora significativamente el desempeño ambiental del proyecto.
En definitiva, si bien el manejo de áridos siempre implica cierto grado de generación de polvo, existen múltiples medidas para minimizarlo desde el primer día.
Desde técnicas simples como el riego frecuente hasta sistemas automatizados, todos los esfuerzos suman en pro de un entorno más seguro y eficaz.
Reducir el polvo no es solo una cuestión de cumplimiento normativo, sino también una oportunidad para destacar en sostenibilidad y eficiencia dentro del sector de la construcción.
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