Los áridos son los grandes protagonistas silenciosos de cualquier obra de construcción, aunque muchas veces pasen desapercibidos.
Sin ellos, sería imposible crear hormigón, morteros o simplemente estabilizar una superficie.
Y es que detrás de su apariencia simple se esconde un universo de propiedades fundamentales.
La densidad, la granulometría y la forma de los áridos determinan en gran medida la calidad y la durabilidad de los materiales con los que se construye.
Los áridos son materiales granulares que se utilizan en la construcción tras ser procesados en canteras o graveras.
Estos provienen generalmente de la trituración de rocas o del dragado de ríos y playas controladas.
No son elementos estructurales por sí mismos, pero son esenciales como materia prima.
Forman la base sólida sobre la que se construye el pavimento, se fabrica el hormigón o se prepara el mortero.
Sin áridos adecuados, estos materiales perderían resistencia, estabilidad y calidad final.
Cada uno tiene funciones distintas en el concreto, y su combinación es fundamental.
La densidad de los áridos se refiere al peso de una cierta cantidad de material en volumen.
Se mide, normalmente, en kilogramos por metro cúbico (kg/m³).
Este dato es clave en el diseño de mezclas porque afecta tanto a la resistencia como a la trabajabilidad del concreto.
Un árido con mayor densidad aporta más masa y por tanto mayor resistencia mecánica.
Sin embargo, su peso también incrementa el total del concreto final, algo que puede influir en estructuras donde el peso sea crítico.
La selección de una u otra dependerá del tipo de obra, el diseño estructural y las condiciones del entorno.
Cuando hablamos de granulometría, nos referimos a la distribución de tamaños de las partículas que componen un árido.
Una correcta distribución granulométrica garantiza una mejor compactación del material y una menor cantidad de huecos.
Eso se traduce en más resistencia y menor necesidad de agua o cemento en el hormigón, lo cual reduce costes.
Si los áridos tienen tamaños homogéneos, se dificulta esta compactación y se generan zonas débiles.
Por eso, los laboratorios realizan análisis granulométricos mediante tamices normalizados.
Un ejemplo tradicional es una mezcla de 40% grava, 30% gravilla y 30% arena fina.
Esta combinación ofrece una curva granulométrica continua y equilibrada que proporciona cohesión y densidad óptimas.
No basta con que el árido tenga el tamaño adecuado: su forma geométrica también tiene un enorme impacto.
Los áridos pueden ser redondeados (como los de río), cúbicos, alargados, o incluso laminados.
Los áridos más redondeados facilitan la mezcla y colocación, pero reducen la adherencia con la pasta cementosa.
Los áridos angulosos, por el contrario, se interconectan mejor y crean estructuras más resistentes.
Sin embargo, también pueden dificultar la trabajabilidad del concreto.
Por eso, en muchas ocasiones se busca un compromiso entre facilidad de uso y características mecánicas.
La calidad de un árido no depende de un solo factor, sino de la combinación adecuada de forma, tamaño y densidad.
En 2017, durante una remodelación de una carretera secundaria en el norte de España, los ingenieros detectaron que las primeras capas de concreto se agrietaban prematuramente tras apenas dos semanas.
La obra exigía cumplir con altos estándares de durabilidad debido al paso constante de tráfico pesado.
Los análisis revelaron que el origen del problema estaba en el árido empleado: una grava local con granulometría mal calibrada y partículas demasiado uniformes en tamaño.
Esto había provocado una compactación deficiente, exceso de agua en la mezcla y fisuras que permitían la entrada de humedad.
Tras una evaluación con laboratorio técnico, se optó por sustituir el árido original por uno de cantera, cuyo diseño granulométrico fue ajustado entre grava gruesa, grava media y arena triturada.
También se controló la proporción de árido angular, que aumentó en un 20% para reforzar la interconexión entre partículas.
El resultado fue inmediato: una mezcla más densa, menos porosa y con una recofración de superficie más limpia y resistente.
Este simple ajuste en los áridos evitó costes millonarios de reparación temprana y extendió la vida útil estimada de la vía en más de 15 años.
Un ejemplo concreto de cómo la elección correcta de los materiales base puede definir el éxito o el fracaso de una obra.
Depende del tipo de concreto, pero los áridos normales suelen tener una densidad entre 2.600 y 2.700 kg/m³.
Para trabajos estructurales, una densidad alta garantiza mejor resistencia.
Es un gráfico que muestra cómo se distribuyen los tamaños de las partículas en una muestra de árido.
Permite confirmar si se encuentra dentro de los rangos exigidos para una mezcla óptima.
No siempre, pero pueden alcanzar propiedades similares si se les aplica un buen proceso de limpieza, clasificación y control técnico.
Hoy en día, son una alternativa muy valorada en proyectos sostenibles.
No necesariamente.
En obras decorativas o en morteros de revestimiento, los áridos redondeados pueden facilitar la aplicación.
En estructuras que requieran fuerte cohesión, los angulares son más efectivos.
Se realiza mediante el tamizado de la muestra con una serie de mallas de diferentes tamaños normalizados.
Después se pesa la fracción retenida para calcular los porcentajes acumulados.
Además de los mencionados, existen otros factores que también condicionan la calidad de los áridos utilizados en construcción.
Por todo esto, es crucial que los proveedores de áridos cuenten con ensayos de laboratorio actualizados y certificados de calidad.
Una mala elección puede generar fisuras, erosión o incluso colapsos estructurales con el tiempo.
Y lo que parecía un detalle menor termina convirtiéndose en un factor determinante para la seguridad y durabilidad de cualquier obra.
En resumen, conocer a fondo la densidad, la granulometría y la forma de los áridos permite seleccionar el material más adecuado para cada tipo de construcción.
Es una decisión técnica que impacta directamente en la resistencia estructural, la durabilidad, los costes y hasta en la estética de la obra final.
Ya seas profesional de la construcción, reformista o proveedor de materiales, entender estos conceptos te dará una ventaja clave en cada proyecto.
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