Los áridos son elementos esenciales en la construcción moderna, presentes en casi todas las estructuras que nos rodean.
Sin ellos, sería prácticamente imposible levantar edificaciones seguras, duraderas y funcionales.
Entre los tipos más comunes se encuentran los áridos finos y áridos gruesos, cuya combinación estratégica permite desarrollar obras de alto rendimiento técnico y estructural.
Los áridos, también conocidos como agregados, son materiales granulares que se utilizan en la elaboración de productos como el hormigón, mortero y asfaltos.
Se obtienen a partir de la trituración de rocas o mediante procesos naturales, como la explotación de gravas en ríos.
Su función principal es aportar resistencia, estabilidad y volumen a las mezclas de construcción.
Y además, reducen la cantidad de materiales más costosos como el cemento.
Los áridos se dividen en dos grandes grupos según su tamaño de grano: finos y gruesos.
Los áridos finos son aquellos cuyos granos tienen un diámetro inferior a los 5 mm.
Un ejemplo típico es la arena, aunque también se incluyen otras partículas más pequeñas como el polvo de piedra.
Son esenciales para lograr mezclas homogéneas y facilitar la trabajabilidad del mortero o el hormigón.
Los áridos gruesos son aquellos con diámetros superiores a 5 mm.
Incluyen gravas, piedras trituradas y escolleras.
Su finalidad principal es dar estructura y resistencia a la mezcla.
Son ideales para elementos portantes y para obras donde se requiere soportar fuertes cargas.
Los áridos finos son protagonistas en diversas fases y tipos de construcción.
No solo aportan textura y cohesión, sino que son vitales para lograr una superficie continua y uniforme.
Uno de los errores más comunes en las obras pequeñas es utilizar árido fino de mala calidad, lo que conduce a mezclas endebles y acabados agrietados.
Por eso, es clave seleccionar áridos correctamente lavados y con granulometría controlada.
El árido grueso es el esqueleto del hormigón, aportando su resistencia fundamental.
Dependiendo del tipo de construcción, su empleo puede variar en proporciones y granulometría.
La elección de áridos gruesos no solo responde a tamaño, sino también a su dureza, forma, peso específico y proporción de cuerpos extraños.
Por tanto, su evaluación y análisis en laboratorio es frecuente antes de iniciar cualquier obra de ingeniería civil o edificación.
No todos los áridos son iguales, y tampoco sus efectos en una mezcla.
Existen distintos tipos según su origen, procesamiento y características físicas.
Conocer estas diferencias es crucial para tomar decisiones acertadas en la obra.
Elegir el árido ideal no depende solo del precio: su pureza, granulometría y resistencia mecánica son determinantes para el éxito de la obra.
En 2008, durante la rehabilitación de la Presa de San Juan en España, un estudio detectó erosión en el vertedero principal.
En lugar de cerrar la presa —lo que habría representado pérdidas millonarias—, se optó por reparar con un nuevo revestimiento de hormigón armado reforzado con árido grueso específico.
Gracias a una selección minuciosa del árido ideal —una mezcla triturada con gran resistencia a la abrasión y mínimo contenido de finos— se consiguió una mezcla de excelente cohesión, máxima resistencia y mínima porosidad.
El vertedero reforzado resistió una crecida histórica tres años después.
El material demostró ser no solo funcional, sino clave para la seguridad hidráulica de toda la región.
Este caso práctico revela cómo el uso de un árido correctamente evaluado y aplicado puede marcar la diferencia entre una obra frágil y una infraestructura a prueba del tiempo.
El uso de áridos contaminados, fuera de especificación o de mala calidad puede reducir significativamente la durabilidad del hormigón.
Aumenta el riesgo de fisuras prematuras, fallos estructurales y afectación del tiempo de fraguado.
No directamente, pero su almacenamiento debe ser adecuado para evitar contaminación con arcillas, restos vegetales o humedad excesiva.
Depende del tipo de mezcla.
En hormigones estructurales, el árido grueso representa hasta el 60%-70% del volumen.
Para morteros, se prioriza el árido fino.
En ambos casos, es recomendable seguir una curva granulométrica que garantice compactación, fluidez y resistencia.
Sí, siempre que se traten debidamente.
Esto incluye trituración, clasificación y eliminación de impurezas.
Una obra responsable y sostenible cada vez apuesta más por uso de áridos reciclados controlados.
Correctamente dosificados, sí.
Incluso se recomienda para lograr una mejor compactación y rellenado de huecos.
Sin embargo, se deben evitar mezclas de procedencias desconocidas o sin control técnico.
Actualmente la industria apuesta por integrarlos en modelos de construcción más sostenibles.
Surgen nuevas formas de producción que reducen el impacto ambiental.
Estas innovaciones no solo benefician al medioambiente, sino también al coste global del proyecto.
Implantar este tipo de soluciones convierte la obra en un modelo más resiliente y adaptado a los retos actuales.
Y esa es la dirección hacia donde se dirige la construcción del futuro.
En resumen, tanto los áridos finos como los áridos gruesos cumplen funciones imprescindibles en cada fase de una obra.
Su correcta elección garantiza la durabilidad, resistencia y funcionalidad de las construcciones modernas.
No se trata simplemente de “grava y arena”, sino de componentes estratégicos que transforman los planos en realidades duraderas.
Conocer en profundidad sus usos, aplicaciones y ventajas es clave para cualquier profesional que aspire a obras de calidad y alto rendimiento.
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